Prevenir la violencia en niños y adolescentes: el NO también educa

A muchos padres les preocupa que sus hijos/as puedan mostrarse agresivos, les inquieta que a veces muestren conductas violentas y, muchas veces, no saben bien qué pueden hacer en estos casos.

La buena noticia es que los padres pueden hacer mucho en este sentido, ya que la mejor manera de evitar la violencia es prevenirla. Y la mejor forma de prevención es la educación.

Educar a los hijos es un deber y una bella, y en ocasiones dura, labor

Educar va más allá de cubrir las necesidades básicas: implica estar presentes consciente y activamente en el desarrollo y crecimiento de los hijos. Estar ahí para cubrir también sus necesidades emocionales y esforzarse por crear vínculos fuertes y seguros con ellos, ya que esto les dará una base de seguridad que, de por sí, servirá de vacuna contra algunos males.

Proteger a los hijos es una obligación, sin embargo, debemos huir de la sobreprotección, que lo que hace es restar autonomía e incapacitar a los niños y, en definitiva, dificultarles el camino. En general, no hagas por ellos lo que ellos mismos estén preparados para hacer.

Por ejemplo, caer en la tentación de evitarles frustraciones para que no sufran en realidad lo que consigue es dificultar que aprendan a tolerar la frustración y, por tanto, les hace menos capaces de afrontar la vida.

Debemos enseñar a los niños a hacer una buena gestión emocional porque, a pesar de que todas las emociones son positivas en el sentido de que todas cumplen con una función específica y necesaria, hay emociones que no nos son agradables y con las que debemos convivir también. Por tanto, saber gestionar adecuadamente una gran alegría, una profunda tristeza o una situación de ira, es igualmente necesario.

 

Es importante poner normas y marcar límites, no debemos olvidar que el NO también educa

 

También es una obligación para con los hijos poner normas y marcar límites, puesto que ayudan a crecer más seguros, sabiendo hasta dónde pueden llegar, qué es lo que esperamos de ellos y dónde está el límite (nunca mejor dicho) de lo admisible. Porque no debemos olvidar que el no también educa.

A veces, es difícil marcar un límite y mantenerlo, porque los hijos se rebelan, no están conformes, se oponen, y resulta más sencillo dar un paso atrás que mantenerse firmes; pero si el límite lo hemos marcado pensado en su bienestar, en lo mejor para él o para ella, debemos esforzarnos por mantenerlo, también por su bien. Además, debemos saber que los niños muchas veces buscan los límites, los fuerzan, en el sentido de que se comportan de manera tal que su intención precisamente es llevar al adulto a marcar el límite.

Creo firmemente que la educación es la mejor forma de prevención y por ello debemos poner atención en lo que hacemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos.

Nosotros somos el mayor modelo o referente para nuestros hijos, les educamos, principalmente, con el ejemplo.

Por ello es necesario que haya concordancia entre lo que decimos y lo que hacemos. Porque los dobles mensajes confunden (gritar a mi hijo que no se grita, insultarle mientras le regaño porque ha sido irrespetuoso con alguien, etc.) y porque prevalece lo que uno ve sobre lo que uno oye.

Debemos poner atención en cómo hacemos: ¿qué estilo relacional les estás enseñando? Cuando vas en el coche y otro conductor te la juega ¿cómo reaccionas? ¿Eres más hostil de lo que creías o de lo que estás dispuesto a admitir? Que no te preocupe si tus hijos no siempre te escuchan, porque aun así generalmente te observan, esto es lo que debe preocuparte: si lo que ven es lo mismo que lo que predicas. Ahí es donde debes poner el foco, en aquello que haces en tu día a día, en cómo te comportas.

A veces nos extraña cómo se comportan nuestros hijos, cómo hablan, que utilicen palabras groseras, y sin embargo no nos damos cuenta de que en su día a día hay personas que se comportan de esa misma manera, usan ese mismo tono y dicen las mismas groserías. Igual que en la adolescencia tendemos a pensar que imitan a sus amigos, nos imitan a los adultos constantemente.

 

Asumamos que los hijos siguen más nuestro ejemplo que nuestro consejo.

 

Muchas veces, por falta de tiempo u otros motivos, relegamos conversar con los hijos. Sin embargo, la comunicación con ellos, desde pequeños, es fundamental. Una comunicación real, profunda, bidireccional, en la que estemos tan predispuestos a decir como a escuchar, sin juzgar, nos acerca mucho a nuestros hijos.

Cuando vayas a preguntarles algo, asegúrate antes de que tienes tiempo para escucharlos, y cuando definitivamente les preguntes, no respondas (algo que hacemos mucho) sino escucha su respuesta. De esta manera, cuando nos necesiten, cuando lo pasen mal, cuando se enfaden o sufran, será más probable que nos lo cuenten. Conversar a menudo con ellos nos hace conocerlos mejor, saber quién son, qué les interesa, qué les preocupa, etc. Y así tendremos también más facilidad para detectar indicadores o señales de alarma si las cosas se tuercen.

Es importante aclarar la diferencia entre agresividad y violencia

  • La agresividad es innata, es un instinto que tenemos como animales que somos. Sirve para estar alerta, defendernos y adaptarnos al entorno.
  • La violencia es una conducta aprendida y es intencional, es la transformación de la agresividad para hacer daño.

La violencia no debería tener cabida entre los niños, sin embargo, hay niñas y niños que muestran conductas violentas desde bien pequeños. En cualquier caso, además de atender a las víctimas de esa violencia, al agresor también hay que ayudarle, hay que atenderle. Cuanto antes se detecte antes se puede intervenir para resolverlo. Porque, además, con frecuencia la agresividad es un síntoma de malestar interno.

Si a pesar de todo nuestros hijos se muestran violentos, deberemos hacer dos cosas:

  • marcarles el límite dejándoles claras las líneas rojas infranqueables,
  • proporcionarles ayuda para que dejen atrás esa violencia.

Aprendamos a educar, a inculcar valores, a enseñar la capacidad de resiliencia, a poner en práctica la inteligencia emocional para hacer una educación emocional real.

 

Valores como el esfuerzo y el respeto son fundamentales para desenvolverse adecuadamente en una sociedad como la nuestra.

 

Los niños y niñas deben aprender desde pequeños la importancia del otro, del . Saber que no son el centro del universo es importante porque les ayudará a situarse en el mundo.

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CV Radio
CVRadio, Sophie Álvarez-Vieitez: Prevención de la violencia

 

 

Sophie Álvarez-Vieitez

sophie.alvarezvieitez@ginso.org

Psicóloga y subdirectora de Recurra Prevención y de Generación Convive en Asociación GINSO, que surge para dar apoyo y respuesta a las familias en conflicto con sus hijos/as adolescentes.

www.generacionconvive.com

www.ginso.org

 

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